martes, 2 de diciembre de 2008

Al fin puedo volver a la novela, que dejé para escribir un relato que me hábía comprometido a hacer, maldita sea la hora, para la revista de la RENFE -me sentía obligado, después de ganar su premio- y que espero que no me haya borrado los caminos que tenía abiertos. No creo, porque tengo muy claro por dónde hay que ir. Es un cuento que tenía pensado desde hace tiempo, que se titula "El Lobo" y que habla en su superficie de la detención en Madrid del represor argentino Juan Carlos Fotea, el asesino, entre otros muchos, del escritor Rodolfo Walsh y de la fundadora de las Madres de Mayo, y en su fondo de la invisibilidad del mal, que se demuestra tantas veces cuando los vecinos o los compañeros de trabajo o los amigos de un criminal juran que nunca sospecharon nada, que no pueden creer lo que ahora cuentan los periódicos. En cuanto a nuestro poema, de momento lo dejo aquí, en su forma definitiva... de momento, a la espera de lo que pase con la encuesta que tiene abierta Meadow en suminuestro blog. Por cierto que el libro en el que irá "El viajero" ya tiene título: Agua pasada.

EL VIAJERO


Se viaja siempre contra tu país,
de ti mismo a un lugar donde ser otro
que ya no te recuerde,
ni quiera regresar.

Pero dónde hay un mundo más allá del pasado,
para escapar de ti.

El que se marcha aprende a olvidar los caminos.
Quien se queda, renuncia a la aventura de irse
y al sueño de volver.

Pero de qué le sirve la distancia
al hombre que no olvida,
el que está condenado a que su rostro
se pueda reflejar a la vez en dos ríos.

Con la tristeza del que se detiene
para dejar pasar de largo sus deseos;
con la esperanza intacta
del que aún
no sabe dónde va ni a quién espera,

me despedí de ti,
bajé a la calle,
puse el pie en una tierra en la que no existías,

donde mi sombra no era el eje de lo oscuro,
donde tus ojos no eran los dueños de la luz.

Nunca he ido más lejos que al dejarte marchar.