lunes, 28 de octubre de 2013


       Lou Reed no ha muerto, sólo está escondido
                                

             Hay cosas que jamás debiesen de ocurrir y una de ellas es que Lou Reed haya muerto. Tenía 71 años, pero en el disco que hizo con Metallica hace dos, aparentaba diez menos. Había pasado media vida caminando por el filo de una navaja y de ese modo aprendió a escribir las canciones más afiladas del siglo XX. Era tan buen poeta que supo convertir en canciones desde los textos de Edgar Allan Poe, en The raven, hasta los cuadros de Andy Warholl: el Songs for Drella que escribieron él y John Cale para el pintor, es inolvidable. Lou Reed era tan grande que hasta la Velvet Underground se le quedó pequeña. O al menos, se puede decir de él lo que no puede decirse de muchos, que su carrera en solitario no tiene nada que envidiarle a la que hizo con una banda como ésa, de la que él mismo dijo: "Nuestro primer disco vendió sólo diez mil copias, pero todo el que lo oyó, montó un grupo y se puso a ensayar en el garaje."
             Entre sus discos hay de todo, pero también más de lo que parece: cualquiera puede reconocer en ellos, si esforzarse mucho, las cuatro obras maestras que son, sin lugar a dudas, Transformer, Berlin, New York y Magic and loss; pero a mí me parece que Sally can't dance es también fabuloso y que en Mistral o The bells hay cosas que si en lugar de ser suyas fueran de otro, habrían convertido a ese otro en una estrella.
               Lo vi actuar dos veces. Ninguna de ellas parecía que tuviera muchas ganas de estar allí ni que sintiese excesivo aprecio por nosotros. No me importó en absoluto: cuando uno va a ver a Bob Dylan, a Van Morrison, a Keith Richards, a David Bowie o a él, no necesita que le demuestren o le vendan nada, basta con tener la agradable sensación de que, al menos una vez en la vida, has respirado el mismo aire que uno de los artistas decisivos de su tiempo. Lou Reed era  el dueño del lado salvaje, un chico malo que fue a buscar las respuestas al otro lado de las puertas de la percepción, como las llamó Aldous Huxley, ese sitio del que no volvieron Jimi Hendrix, Janis Joplin o Jim Morrison, pero él fue capaz de regresar, y con lo que encontró allí, compuso algunas de las canciones más ferozmente bellas de la historia del rocanrol. Antes de morir se mató muchas veces, pero no parecía importarle demasiado: “Es sólo otra manera de ver / la espada de Damocles sobre tu cabeza”, escribe en una de las canciones de Magic and loss.
             Dejen de contar tonterías. Lou Reed no ha muerto, sólo se ha escondido detrás de sus canciones. Sólo tienes que poner un disco suyo para que salga de dentro de él lo mismo que Lázaro de su tumba. Resucitar es darle otra oportunidad a la muerte, y él es la clase de tipo que lo haría.

sábado, 26 de octubre de 2013

¿Somos cobardes o sólo estamos asustados?


             Es verdad que, de la noche a la mañana, nos hemos quedado sin mundo bajo los pies. Es verdad que todo lo que considerábamos sólido se ha vuelto líquido y lo que creíamos tener, nos tiene a nosotros, empezando por nuestras casas. También es cierto que alguien que descubre que ha sido engañado se vuelve inseguro y sospecha de sí mismo, quizá se culpa de su ingenuidad o se pregunta por qué no vio venir el golpe y cómo es posible que olvidara ese proverbio árabe que dice: cuando el león te enseñe los dientes, no vayas a creer que te sonríe.
                 Pero nadie ha llegado a ningún sitio escondiéndose, ni las peleas las ganan los que huyen. Entonces, ¿por qué en estos tiempos sin salida tanta gente se deja avasallar sin oponer demasiada resistencia? ¿Por temor, por fatalismo o, más grave todavía, por simple desinterés? ¿Es que los golpes que reciben no van con ellos? ¿Por qué muchas veces unos cuantos nos quedamos casi solos a la hora de defender a tantas personas atacadas sin piedad por este capitalismo feroz que ya no las considera mano de obra sino bestias de carga? ¿Por qué el otro día, por ejemplo, fui a Albacete, a la Universidad de Castilla-La Mancha, a apoyar un acto en defensa de la Educación pública y en el Aula Magna casi todos los presentes eran profesores, pero había tan pocos alumnos? ¿Por qué hoy el Auditorio Marcelino Camacho no estaba abarrotado para oír los poemas y prosas que leíamos unos cuantos escritores contra el desmantelamiento de la Sanidad madrileña? Es sorprendente ir a sitios a luchar por los derechos de personas que no se presentan a la cita, que le dan la espalda no a ti sino al peligro que los acecha, que parecen delegar en otros, tener cosas más importantes que hacer que impedir que los destruyan. Parece que la palabra que lo explica todo es “anestesia.” ¿Qué nos pasa? ¿Es que vuelve a ser verdad aquella frase escalofriante que escribió Unamuno en una carta enviada desde su exilio en Hendaya: ‘La muerte civil cae [sobre España] con el silencio de una nevada.'?  ¿Nos damos por vencidos? ¿Somos cobardes o sólo estamos asustados?
                         Ayer, los periódicos volvían a hablar, en una de sus dos mitades, de las ganancias que han tenido los bancos de nuestro país en estos últimos meses y en la otra recordaban que el crédito sigue sin llegar a los ciudadanos. La realidad ha sido cortada en dos a cuchillo. Todo el mundo lo ha visto esta misma semana: mientras unas noticias decían que el número de millonarios en España ha aumentado un trece por ciento durante la crisis, otras seguían hablando de miles de despidos, de empresas y comercios cerrados. A un lado, se publicaban las cifras azules de la Bolsa y el Ibex 35 y al otro las que informaban de nuevos recortes, más expedientes de regulación, más factorías en peligro de quiebra, empleos cada vez más precarios... Unas páginas se alegraban de la llegada de inversores extranjeros y otras volvían a recordar que muchos compatriotas tienen que emigrar  para sobrevivir. ¿Alguien no se da cuenta de lo que sucede? ¿Alguien no ha comprendido que ellos no van a parar hasta que nosotros los detengamos? Puede que sí y puede que no. Pero yo quisiera saber si vamos a seguir dejando abiertas nuestras puertas o vamos a derribar las suyas. ¿Somos cobardes o sólo estamos asustados?



viernes, 25 de octubre de 2013


Aquí están las dos invitaciones que se han hecho para la nueva presentación en Madrid de "Ajuste de cuentas" y "Qué escondes en la mano", el día 30 en la Fundación 1º de Mayo.

martes, 22 de octubre de 2013

El poema con el que acabé mi intervención de ayer en el 9º Congreso de la Federación de Servicios Públicos de UGT. Ya sé que no es nada del  otro mundo, pero aprendí de mi maestro Rafael Alberti que, en ocasiones, hay que escribir un poema urgente, como él los llamaba, que diga lo que tenga que decir...


NO

No es entregar el mundo al poder de la usura.
No es dibujar dianas sobre los inmigrantes.
No es que la gente busque su cena en la basura.
No es mandar policías contra los estudiantes.

No es que sean los ricos los que escriben las leyes.
No es que paguen los pobres lo que debe el banquero.
No es hacerse los ciegos cuando pasan los reyes.
No es que la empresa sea la cárcel del obrero.

No es echar de su casa al que vive entre ruinas.
No es cobrarle al herido por usar la ambulancia.
No es despedir maestros, ni negar medicinas,
ni utilizar las crisis para marcar distancias.

No es quitarle el subsidio a los desempleados.
No es que el enfermo tenga miedo de las farmacias.
No es dar de beber sangre del pueblo a los mercados.
Eso no es hoy, ni ha sido jamás la democracia.


lunes, 21 de octubre de 2013

Amig@s de Albacete. El miércoles, nos vemos en la Librería Popular a las siete. ¡Hasta entonces!

martes, 1 de octubre de 2013



Y la imagen principal de la entrevista, tomada por Uly Martín para EL PAÍS.

Meditando sobre el amarillo en una de las fotos de la entrevista publicada ayer por EL PAÍS sobre Ajuste de cuentas...