Lou Reed no ha muerto, sólo está escondido
Hay cosas que
jamás debiesen de ocurrir y una de ellas es que Lou Reed haya muerto. Tenía 71
años, pero en el disco que hizo con Metallica hace dos, aparentaba diez menos.
Había pasado media vida caminando por el filo de una navaja y de ese modo
aprendió a escribir las canciones más afiladas del siglo XX. Era tan buen poeta
que supo convertir en canciones desde los textos de Edgar Allan Poe, en The raven, hasta los cuadros de Andy
Warholl: el Songs for Drella que
escribieron él y John Cale para el pintor, es inolvidable. Lou Reed era tan
grande que hasta la Velvet Underground se le quedó pequeña. O al menos, se
puede decir de él lo que no puede decirse de muchos, que su carrera en
solitario no tiene nada que envidiarle a la que hizo con una banda como ésa, de
la que él mismo dijo: "Nuestro primer disco vendió sólo diez mil copias,
pero todo el que lo oyó, montó un grupo y se puso a ensayar en el garaje."
Entre sus
discos hay de todo, pero también más de lo que parece: cualquiera puede
reconocer en ellos, si esforzarse mucho, las cuatro obras maestras que son, sin
lugar a dudas, Transformer, Berlin, New York y Magic and loss;
pero a mí me parece que Sally can't dance
es también fabuloso y que en Mistral
o The bells hay cosas que si en lugar
de ser suyas fueran de otro, habrían convertido a ese otro en una estrella.
Lo vi actuar
dos veces. Ninguna de ellas parecía que tuviera muchas ganas de estar allí ni
que sintiese excesivo aprecio por nosotros. No me importó en absoluto: cuando
uno va a ver a Bob Dylan, a Van Morrison, a Keith Richards, a David Bowie o a
él, no necesita que le demuestren o le vendan nada, basta con tener la
agradable sensación de que, al menos una vez en la vida, has respirado el mismo
aire que uno de los artistas decisivos de su tiempo. Lou Reed era el dueño del lado salvaje, un chico malo que
fue a buscar las respuestas al otro lado de las puertas de la percepción, como
las llamó Aldous Huxley, ese sitio del que no volvieron Jimi Hendrix, Janis
Joplin o Jim Morrison, pero él fue capaz de regresar, y con lo que encontró
allí, compuso algunas de las canciones más ferozmente bellas de la historia del
rocanrol. Antes de morir se mató muchas veces, pero no parecía importarle demasiado:
“Es sólo otra manera de ver / la espada de Damocles sobre tu cabeza”, escribe
en una de las canciones de Magic and loss.
Dejen de contar tonterías. Lou Reed no ha muerto, sólo se ha escondido detrás de sus canciones. Sólo tienes que poner un disco suyo para que salga de dentro de él lo mismo que Lázaro de su tumba. Resucitar es darle otra oportunidad a la muerte, y él es la clase de tipo que lo haría.
Dejen de contar tonterías. Lou Reed no ha muerto, sólo se ha escondido detrás de sus canciones. Sólo tienes que poner un disco suyo para que salga de dentro de él lo mismo que Lázaro de su tumba. Resucitar es darle otra oportunidad a la muerte, y él es la clase de tipo que lo haría.
2 comentarios:
La vida es sólo un viaje de diez minutos del que no se vuelve, como en "Heroin"... A mí me flipa que mi viaje haya coincidido con el suyo en el tiempo a través de sus letras y canciones. Tienes razón: ¡"Dejen de contar tonterías. Lou Reed no ha muerto, sólo se ha escondido detrás de sus canciones."! Rock & roll por Lou Reed y por ti.
http://www.youtube.com/watch?v=2LTSFPkqZyg
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