Esto llega anónimo:
Si el paraíso está en otra esquina,
el que se marcha tiene que elegir.
El que se queda ya lo ha hecho.
Ummmm, en ese paraíso ya ha estado demasiada gente; aunque se me ocurre que siempre podriamos jugar con la idea de que renunciar al paraíso puede ser un modo de librarte de la manzana envenenada... Eso tal vez le interesa al poema. Y también se puede estudiar la idea de que moverse es elegir y quedarse quieto, también. Voy a empezar a pensar en una mezcla de las dos cosas.
2 comentarios:
Esta última reflexión sobre la elección de moverse o quedarse en un mismo sitio... no sé, a veces igual es lo mismo. ¿Puede uno viajar sin moverse del sofá?
Puede que sí, y se me ocurre que tras la condena de verse en dos ríos es porque puede hacerlo ¿no?
Pero de qué le sirve la distancia
al hombre que no olvida,
el que está condenado a que su rostro
se pueda reflejar a la vez en dos ríos,
si con cambiar de nombre a la tierra que habita
habrá conseguido un nuevo destino.
La labor del que se queda,
es subyugar lo que posee
y añorar lo que desconoce
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