(Mi artículo de hoy en El Mundo sobre la final de la Copa Confederaciones)
Con
valentía pero sin miedo
No
existen los equipos invencibles pero ninguno está más cerca de serlo que aquel
que logra ganar a sus rivales incluso cuando juega peor que ellos. Y eso es,
exactamente, lo que hizo España en su semifinal del otro día contra Italia. Así
que ahora ya sólo nos queda lograr el otro cincuenta por ciento de la
hazaña, que es vencer a los jugadores de Brasil y, sobre todo, a su uniforme:
en el mundo del fútbol, ningún color pesa tanto ni es tan difícil de borrar como
el amarillo bossa nova de esa
camiseta.
Un Celtic de Glasgow-Roma o unPSV Eindhoven-Borussia
Mönchengladbach, por decir algo, son un partido de
fútbol; un España-Brasil se llama igual pero es otra cosa, por la misma razón
que Maracaná, el Santiago Bernabéu o Wembley no son nada más que campos
de fútbol. Cuando uno va a comer al restaurante de la Torre Eiffel, no está
dentro de un edificio sino en el interior de una obra de arte; cuando uno sale
a jugar a Maracaná, no está en un estadio, sino en un museo. O sea, que con
todos esos ingredientes en la mesa de la cocina, quien se pierda el partido de
esta noche sólo puede hacerlo porque tenga algún plan mucho peor.
Si
la Copa Confederaciones era casi un torneo de verano al que se ha querido
convertir en medio Mundial, hay que reconocer que en esta ocasión el invento no
le ha podido salir mejor a la FIFA, porque una final entre el mejor equipo de los
últimos tiempos y el mejor equipo de la historia, no tiene precio. Desde este
artículo hasta las doce de la noche, hay espacio para muchas preguntas. ¿Qué va a ocurrir? ¿Cuánto se nos
va a notar en las piernas la prórroga del viernes contra Italia? ¿Qué
influencia pueden tener en el desarrollo del encuentro el público y el árbitro?
¿Cuánto se parece Neymar al nuevo Pelé que nos han vendido una vez más? Creo
que España, en principio, tiene hoy en día dos ventajas esenciales sobre
Brasil: los nuestros son mejores futbolistas y son más rencorosos, porque casi
todos compiten contra sus fantasmas además de contra sus adversarios.
Casillas juega contra Mourinho; Torres mete goles contra Villa; Pedro
corre contra el propio Neymar, que le ha quitado el puesto en el Barcelona sin
bajarse del autobús; y por añadidura, todos lo hacen a las órdenes de Vicente
del Bosque, un preparador que, por pura justicia poética, entrena contra el
Real Madrid. Son muy buenos y tienen muchas ganas de demostrarlo, juegan para
cerrar bocas y lo hacen con tanto arte que nos dejan boquiabiertos.
Cuando
el gran Del Bosque dijo ayer que España jugará hoy “con valentía y sin miedo”,
no estaba cometiendo ninguna redundancia: ser valiente sirve para no verte a ti
mismo más pequeño de lo que eres; no
temer a tu enemigo, sirve para no verlo más grande de lo que es. Y,
sinceramente, yo creo que a éste Brasil no le tenemos que jugar de usted. Eso
sí, están en su casa, saben a quién tienen enfrente y del minuto uno al noventa
les van a dar vueltas en la cabeza dos versos de Neruda que quizás no hayan
leído: “Ya no es posible, a veces, / ganar sino cayendo.” Ellos van a tener que
saltar mucho si quieren pasarnos por encima. Nosotros sólo tenemos que estar a
nuestro nivel. Ésa es la diferencia. Ésa y que el mejor futbolista brasileño de
la actualidad es Iniesta y va con nosotros.
2 comentarios:
Pues tú haces con las palabras lo mismo que Iniesta con el balón. Jugón, que eres un jugón.
Ja, ja, ¡gracias, Nacho! Es el mejor piropo que me han hecho en mi vida.
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